sábado, 20 de febrero de 2010

El día en el que Haití tembló


La destrucción fue total. Puerto Príncipe, que no había sufrido un sismo de gran intensidad desde 1751, quedó hecha añicos. El terremoto que sacudió a la ciudad fue el equivalente a una explosión de 200.000 kilos de TNT, fue 35 veces más potente que la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial. Una tragedia escalofriante que conmueve al mundo. ¿Se podría haber evitado éste desastre?, ¿Hay alguna manera de prevenir los sismos?, ¿Qué debemos hacer para ayudar a Haití?

El martes 12 de enero a las 16:53, hora local de Haití, un sismo de 7,3 en la escala de Richter castigó a la ciudad de Puerto Príncipe. Todo ocurrió de manera inesperada y vertiginosa, fueron 15 segundos de terror y devastación que alcanzaron para arrasar a un pueblo por completo. “El daño que he visto se puede comparar con el daño que se puede ver si el país hubiera sido bombardeado por 15 días. Se parece a una guerra”, declaraba el presidente Rene Preval después de ver a su patria arruinada.

Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, el terremoto fue tan devastador porque su epicentro fue a sólo 15 kilómetros al suroeste de Puerto Príncipe y a unos 15 kilómetros de profundidad; dada la superficialidad sus consecuencias fueron catastróficas. Minutos después del sismo, se produjeron varias réplicas que volvieron a sacudir a toda la nación: las dos primeras de 5,9 y 5,5 de magnitud fueron las que más asustaron, se llegaron a sentir hasta 30 temblores pero de menor intensidad.

Los datos que dieron a conocer las autoridades haitianas fueron (y seguirán siendo por muchos años más), alarmantes. Según la Ministra de Salud Josette Bijou los muertos son más de 140.000, hay más de 250.000 heridos, 3 millones de haitianos damnificados, lo que representa un tercio de la población total del país. Hay 15 barrios completamente destruidos, 4.000 edificios derribados y el 70 % de la ciudad fue vencida por los escombros. Puerto Príncipe se encuentra totalmente en ruinas.

Las calles durante los primeros días fueron un escenario aterrador, llenas de caos y nerviosismo. Cuerpos por todas partes arrojaban un olor nauseabundo y repugnante; para evitar que se convirtieran en una fuente de enfermedad se crearon gigantescas fosas comunes, los cadáveres fueron enterrados y quemados.

Equipos de rescate de todo el mundo removían entre los escombros tratando de salvar a sobrevivientes, esperando un milagro. Personas ensangrentadas y heridas sin rumbo vagando por las calles, llorando a sus familiares y amigos muertos, gritos de desesperación por todos lados. Por las noches dormían a la intemperie entre cadáveres y ruinas. El portavoz de la Cruz Roja Simon Schorno describió la situación de la ciudad: "Hay caos por todas partes. Ningún barrio se salvó de la destrucción. La gente vaga sin destino en busca de comida, agua y socorro", sostuvo.

Los problemas con la distribución de comida y agua acorralaron a los haitianos que trataron de conseguirlos de cualquier manera; los primeros días las reservas de alimentos existentes fueron saqueadas por los habitantes. El aumento de los incidentes violentos crecieron al mismo tiempo que creció la desesperación de los sobrevivientes.

Los hospitales estaban colmados por la cantidad de heridos que llegaban sin cesar, sin enfermeras ni médicos suficientes para ocuparse de la continua llegada de los lesionados. A esto se sumaron los problemas de logística para poder recibir la ayuda humanitaria procedente de distintos países: el aeropuerto estaba colapsado con la torre de control fuera de servicio y una pista de aterrizaje sin luces, sólo operable de día. Por un instante, Haití se convirtió en un pueblo sin esperanza y lleno de dolor.

La situación actual

La situación reinante en Haití es preocupante. Es un pueblo castigado y sentenciado por la pobreza excesiva, la desigualdad extrema, el Sida, el difícil acceso a agua potable, los defectuosos sistemas de saneamiento y el elevado analfabetismo. Es el país más pobre de América Latina, el nivel de vida del haitiano es muy bajo.

Su población es de 9 millones de habitantes, más de la mitad de la población vive en zonas rurales. Su actividad económica está dominada por el sector agrario, el cual acapara el 75% de la población económicamente activa. El PBI anual ronda los 7.000 millones de dólares, y cada haitiano tiene que vivir con la irrisoria cantidad de 1.300 dólares por año (poco más de 130 por mes); tiene el PBI per cápita más bajo de América y sólo supera a países africanos y a Nepal.

Es uno de los países con la peor distribución del ingreso en todo el mundo. El 10% más pobre recibe sólo el 0,7% de las ganancias mientras que el 10% más rico acumula el 47,7% de las riquezas. El 80% de los habitantes vive por debajo de la línea de pobreza y se calcula que el 65% de la población activa no tiene trabajo.

Debido a las condiciones climáticas poco favorables (huracanes), a una fuerte erosión del suelo y al tamaño mínimo de las parcelas de cultivo, el país no puede cubrir sus necesidades de alimentación. La industria se limita básicamente a la transformación de productos agrícolas. Algunas empresas estadounidenses (empresas de producción textil y de la industria eléctrica) han comenzado a trasladar sus centros de producción debido a los bajos costos de personal.

Pero sus problemas no terminan ahí. Además de la pobreza extrema, los problemas en la distribución de la riqueza, el analfabetismo y la desocupación hay que sumarle las dificultades que tienen en salud. La tasa de mortalidad infantil es del 59,7 por mil nacidos vivos. La expectativa al nacer es de 60 años (de nuevo y en ambos casos la más baja de América). El VIH también es un castigo que azota al país, con más de 120.000 infectados.

¿Se puede anticipar un sismo?

Si bien la tecnología anti-sísmica ha avanzado mucho en estos años, todavía es imposible predecir con exactitud sobre cuándo y dónde se originará un sismo, y dónde será su epicentro. No es posible determinar y detectar de qué manera se deforman las placas tectónicas y se producen los movimientos rocosos terrestres que podrían anunciar un movimiento telúrico. Según Mario Araujo, jefe del Departamento de Investigaciones Sismológicas del Instituto Nacional de Prevención Sísmica, no se conocen cuáles son los parámetros que interactúan para causar un sismo y cuantificar en forma temporal la energía que se acumula en las placas tectónicas terrestres y cuándo se va a romper la roca para liberar esa energía en forma elástica.

Según el geofísico del Instituto de Mediciones Geológicas de Estados Unidos, Stuar Sipkin, “donde estamos haciendo grandes avances es en la realización de pronósticos, donde los científicos están siendo capaces de reconocer las zonas en las que hay posibilidades de que se produzcan grandes terremotos en las próximas décadas”. Esta previsión se realiza midiendo la cantidad de tensión acumulada en una falla determinada y después de extrapolar la cantidad de energía que se liberaría en última instancia.

Geólogos estadounidenses publicaron un estudio en 2008 en el que concluían que Puerto Príncipe podría enfrentarse a un terremoto de magnitud 7,2. Sin embargo, no podían decir con precisión si se produciría al día siguiente o en los próximos 30 años.

El informe presentado en 2008 en la XVIII Conferencia Geológica Caribeña, señalaba que un terremoto de magnitud 7,2, en una ciudad como Puerto Príncipe, con una laxa normativa de urbanismo y construcciones de baja calidad, podría ser desastroso y así fue.

En los últimos 50 años millones de personas en América Latina se vieron afectadas y miles de ellas han perdido la vida a causa de los terremotos. Los más devastadores movimientos telúricos que sacudieron a la región se dieron en México, Guatemala, Nicaragua y Perú.

El 19 de septiembre de 1985 en México un sismo golpeó la capital dejando un saldo de al menos 9.500 personas muertas. El 4 de febrero de 1976 el país guatemalteco fue sacudido por un sismo de 7,6 en la escala de Richter, aproximadamente 25.000 personas perdieron la vida en esa fecha. El 23 de diciembre de 1972 en Managua (capital de Nicaragua) murieron 10.000 personas a causa de un terremoto de 6,5 grados. Y la mayor tragedia (sin contar la de Haití) se produjo el 31 de mayo de 1970, cuando un terremoto en los Andes peruanos provocó un desprendimiento de tierra que sepultó la ciudad de Yungay y mató a unas 66.000 personas.

Ayuda humanitaria: ¿qué hizo el resto?

Desde un primer momento el mundo entero se movilizó para enviar apoyo y asistencia hacia Haití. A partir del martes 12 de enero la capital haitiana se transformó en un gigantesco puerto de recepción de la ayuda internacional que prometieron desde cada rincón del mundo. Numerosos países y organizaciones humanitarias comenzaron a enviar alimentos, equipos de auxilio, médicos y hospitales de campaña para atender a las víctimas y rescatar a los atrapados entre los escombros.

El presidente de Haití, René Preval, agradeció a la comunidad internacional por las ayudas enviadas, pero llamó la atención sobre los inconvenientes de coordinación en la distribución de los víveres y medicamentos.

La ONU recibió hasta el momento poco más de U$S 250 millones de dólares de ayuda para Haití. Entre los principales donantes figuran la Unión Europea (4,37 millones de dólares), el Banco Mundial (100 millones), Australia (9,3 millones ), Brasil (5 millones) Gran Bretaña (10 millones), Canadá (4,8 millones), China (1 millón), Dinamarca (1,9 millones), Finlandia (1,8 millones), Alemania (2,17 millones), Italia (1,46 millones, Holanda (2,91 millones), España (4,37 millones), Suiza (1,9 millón) y Estados Unidos (100 millones).

Estados Unidos, China, Francia y España aterrizaron sus aviones con equipos de socorro en el aeropuerto de Puerto Príncipe, trayendo equipos de búsqueda y rescate con perros entrenados, así como médicos, alimentos, medicinas y otras provisiones.

Argentina se hizo presente a través de medicamentos, carpas y una planta potabilizadora de agua para ampliar la capacidad del hospital argentino en Puerto Príncipe, además de médicos y expertos en logística.

En tanto, el gobierno ruso despachó un avión con un equipo de socorristas e Israel envío más de 200 médicos para atender a los heridos. Por su parte, Brasil, que ejerce el mando militar de la Misión de Paz de la ONU en Haití (Minustah), envió a su ministro de Defensa, puso en marcha un puente aéreo y preparó ocho aviones con asistencia humanitaria.

Las autoridades de Cuba le concedieron permiso a los Estados Unidos para que sus aviones utilicen su espacio aéreo en el trayecto que va desde Guantánamo hasta Miami para trasladar ayuda y damnificados.

Obama se comprometió con Preval a ayudar a Haití frente al impacto inmediato del terremoto, pero también a afrontar "el esfuerzo de reconstrucción a largo plazo".

No hay tiempo para lamentos ni para lágrimas, Haití fue devastada y necesita ser reconstruida nuevamente. Indudablemente no podrá hacerlo sola, necesita toda la cooperación y ayuda que podamos brindarle. Un pueblo con una historia tan pesada y sufrida necesita empezar a alivianar su carga. Para eso, es fundamental alejar los fantasmas de militarización e intervención ya que la idea principal es “ayudar a Haití” y no “ocupar a Haití”. Hay que apoyarlos para que ellos mismos puedan resolver sus problemas.

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