viernes, 30 de septiembre de 2011

Violencia, armas y política en los Estados Unidos


Bang Bang you’re death
¿Qué es lo que hace a una sociedad como la estadounidense querer girar su política hacia una derecha conservadora? ¿El ataque a la congresista Giffords muestra la intolerancia política de sus ciudadanos? ¿El Tea Party puede convertirse en una fuerza política importante de oposición? ¿Qué fue lo que motivó a Jared Lee Loughner a disparar en contra de sus compatriotas? ¿Impulso de locura o un plan diagramado?

Los movimientos de derecha y ultraconservadores de los Estados Unidos como el Tea Party parecen tener en claro cómo canalizar las emociones de los ciudadanos, potenciarlos y llevarlos hacia donde ellos desean. Durante el último mes, un nuevo tiroteo puso en el tablero la violencia política que vive la sociedad norteamericana: la masacre de Tucson, en Arizona, dejó seis muertos y catorce heridos luego de que un estudiante atacara a tiros a la congresista estadounidense Gabrielle Giffords. La violencia entre los estadounidenses no es novedad: basta recordar que a lo largo de su historia tuvieron dos presidentes asesinados: Abraham Lincoln, primer presidente republicano, y John Kennedy, del partido demócrata; ambos fueron atacados durante el período de su mandato.

Muchos atribuyen el ataque del francotirador a la exacerbación de la política que viene haciendo el movimiento “ultraconservador” Tea Party con su promoción de la violencia y demonización del oponente, el partido Demócrata y sobre todo a la figura del actual presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, y a todo lo que lo rodea.

El resentimiento contra el dirigente norteamericano se basa en que lo responsabilizan por las consecuencias de la crisis económica que atraviesa Estados Unidos, donde la economía no logra levantar cabeza (el desempleo roza los 10 puntos, sin horizonte de baja) y por la reforma en el sistema de salud que está llevando a cabo.

Después de este hecho de violencia, Barak Obama condenó la tragedia y reivindicó la tolerancia y el diálogo, algo que el Tea Party no concibe: “Insistimos en arrojar la culpa de los males del mundo a los pies de todos aquellos que piensan de una manera diferente a nosotros”, dijo irónicamente el actual mandatario de los EEUU. Obama consideró al tiroteo como una “tragedia incalificable” y añadió: “Aún no tenemos todas las respuestas, pero lo que sí sabemos es que actos tan absurdos y terribles de violencia no tienen lugar un una sociedad libre”.

La masacre de Tucson

Gabrielle Giffords y otras 14 personas más fueron víctimas del ataque que alteró a la opinión pública norteamericana y reavivó el debate sobre la violencia y la degradación de la política estadounidense. El sábado 8 de enero en Tucson, Arizona la congresista Gabrielle Giffords fue baleada junto a otras 14 personas, mientras realizaba un acto público fuera de un supermercado. 6 de las víctimas fallecieron, entre ellas el juez federal del distrito de Arizona John Roll y una niña de 9 años.

Giffords había sido reelegida en su cargo en las elecciones de noviembre y ese día participaba en uno de los encuentros llamados “Congress in your corner” (Congreso en tu esquina), convocatoria en la que los ciudadanos tienen la oportunidad de hablar cara a cara y sin intermediarios con los legisladores y hacerles llegar sus inquietudes o preguntas.

Tan informal es la cita que Jared Lee Loughner, un estudiante del condado de Pima de apenas 22 años de edad, tuvo la posibilidad de ubicarse a un metro de distancia de la congresista. El pidió hablar con Giffords y se dirigió a la parte posterior de la fila minutos antes de empezar a disparar a quemarropa a los asistentes. Siguió apretando el gatillo de su pistola semi-automática sin piedad hasta que fue derribado. El daño cerebral que sufrió Giffords es incierto: la bala magulló un área de la parte delantera de su cerebro que es responsable del habla, de la comprensión lectora y de la función motora. Los médicos dijeron que la salud de Gabrielle Giffords estaba avanzando tan rápido que podría ser dada de alta pronto. Además dijo que ya se le retiró el respirador, abrió los ojos y pudo responder a las peticiones de mover sus extremidades.

En la política y en la prensa han ido desplazando la culpa de lo sucedido de un lado a otro. Muchos responsabilizan los asesinatos exclusivamente a la locura de Jared y a la disponibilidad de armas de fuego; otros, a la política violenta que se vive en los Estados Unidos.

Jared Loughner se encuentra bajo custodia policial y lo describen como un chico perturbado, inestable pero no demente. Si bien el estudiante se declaró inocente de los cargos que enfrenta, los responsables de la investigación tratan de determinar si existe alguna conexión entre Jared y Giffords y cuáles fueron los causales que lo motivaron. También intentan saber si fue influenciado por la exacerbación política, la locura u el odio.

Arizona se convirtió en la capital del fanatismo, el prejuicio y la intolerancia. Según datos de US Census Bureau, es el segundo estado norteamericano con mayor índice de pobreza (21,2%). Además cuenta con la legislación más xenófoba del país. En abril del año pasado se aprobó la polémica ley contra la inmigración que convertía en delito el estar ilegalmente en el Estado y otorgaba a la policía la facultad de pedir a los ciudadanos papeles que probasen su status migratorio.

La ley tendría que haber entrado en vigor a finales de julio del año pasado pero sus secciones más polémicas –la detención de “sospechosos”- se encuentran paralizadas ya que la administración de Obama la frenó por considerar que los estados no pueden legislar en materia de inmigración y que por lo tanto la ley quebranta la Constitución.

Del discurso radical a la violencia política

Giffords es calificada como un adversario para el Tea Party. Antes de las elecciones de noviembre apareció en una lista del movimiento ultraconservador, que hizo pública Sarah Palin (política perteneciente al Partido Republicano) como una de las caras visibles sobre los enemigos que había que vencer. La manera en que lo hizo la ex candidata a la vice-presidencia fue de una forma muy desafortunada e inoportuna. Sarah Palin había publicado en su sitio de Facebook una foto en la que se podía ver la cara de Gabrielle a través de una mira de un rifle.

Pero esta campaña violenta no terminó ahí. El rival de Giffords en las elecciones de noviembre, Jesse Kelly, realizaba campañas de recolección de fondos en sesiones de tiro con fusiles M-16 y posaba continuamente con ropas militares en sus avisos. Basó su campaña en el lema "Ayuda a quitar a Gabrielle Giffords de su puesto".

La congresista herida durante el tiroteo era una mujer perseverante con ideales firmes, apasionada y entusiasta. Se declaraba como ferviente defensora de la reforma migratoria que permita poner en orden la comunidad inmigrante. Partidaria de la investigación con células madres, favorable a las energías limpias y alternativas y del aborto, Giffords es miembro del ala más moderada y a la derecha del Partido Demócrata. Copresidente de “Third Way” (Tercera vía), una asociación que plantea una perspectiva diferente a la posesión de armas, lucha entre los que quieren la total libertad para la tenencia de armas de fuego y los que pretenden prohibición absoluta. Desde esa organización propuso una “libertad controlada”.

Su actitud sobre determinados asuntos, como el tema de la inmigración, muy controvertida en el Estado de Arizona, podría haberle generado múltiples enemigos.

Convencido de esta situación cuando le preguntaron a Spencer Giffords, el papá de Gabrielle, sobre si su hija tenía enemigos, respondió: “El Tea Party completo”.

¿Qué es el Tea Party?

El Tea Party es un movimiento que usa la estructura del Partido Republicano. Es un grupo ultraderechista y ultraconservador. Sus propuestas se caracterizan por la reducción del déficit fiscal, la disminución del gasto público, la reducción de impuestos, la negativa a la reforma de salud y a la intervención del Estado, ni si quiera con el propósito de ayudar a los más desfavorecidos. Dicen que eso es para los débiles, que cada uno, en base a su trabajo, puede forjar su destino, sin ayuda del gobierno.

El Tea Party toma prestado su nombre de la manifestación producida en Boston en 1773, cuando ciudadanos enfurecidos volcaron un cargamento de té para repudiar un aumento de los impuestos. Pero esto es muy diferente a esa protesta.

Desde que se creó el movimiento, ha sido un dolor de cabeza para la administración de Obama. Con un discurso repleto de prejuicios, este grupo radical perteneciente al partido Republicano se descargó con el presidente norteamericano llamándolo “Comunista” y acusándolo de querer convertir a Estados Unidos en Cuba.

En el 2009 irrumpió en la escena política norteamericana y desde ese momento no dejó de crecer ni de acaparar seguidores. Nació para repudiar el paquete de medidas de estímulo de Obama y se convirtió en un movimiento conservador que tiene entre sus filas a personajes como la ex-candidata a la vice presidencia Sarah Palin o el senador Jim De Mint.

Optan por centralizarse en los valores de la familia, concurrir a misa, portar armas y trabajar duro para prosperar. Son fervientes opositores del aborto, del matrimonio entre homosexuales y creen que el calentamiento global es una gran mentira.

El Tea Party cada vez está ganando más fuerza dentro de los republicanos y más adeptos entre los ciudadanos norteamericanos. Con su fuerte posición en temas económicos, impuestos y el gasto gubernamental, logró suplantar a la derecha cristiana como fuerza más importante del Partido Republicano.

Sin embargo, tragedias como la masacre de Tucson inquieta seriamente a los líderes del Tea Party, que no quieren que los liguen con la matanza ni que se los acuse por poseer un discurso provocador y violento. Es por eso que Palin tuvo que salir a dar la cara y ofreció su “sincero pésame” a la familia Giffords. Ella dijo que estaba orando por las víctimas del tiroteo, por la paz y la justicia.

Hasta el fundador del movimiento, Judson Phillips, tuvo que afrontar la situación diciendo en su sitio Web que si bien Giffords era una liberal, nadie debería ser víctima de violencia a causa de sus creencias políticas.

Es innegable que el clima político se intoxicó desde la aparición del Tea Party. La matanza de Tucson es interpretada como una alerta sobre la imperiosa necesidad de recuperar un poco la calma política, poder crear un ambiente de conciencia en la actividad partidista, de poner límites en la disputa de las ideas y de crear leyes más estrictas para el control de armas.

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